miércoles, 26 de agosto de 2015

Monaguillo

El Hermano Rogelio M, Scortegagna era uno de los dos medio curas, que tenía la Orden de los Siervos de María, en Avellaneda.. Lo de Hermano, supone un estado religioso consagrado, con votos de obediencia, celibato y más, pero en una categoría inferior a la de sacerdote, ya que no están habilitados para ese ministerio.

Estaba Don Rogelio a cargo de la sacristía del templo Nuestra Señora de las Mercedes, tarea que desempeñaba con mucha eficiencia y ahínco, en una época que los ritos eran más suntuosos y aristocráticos. Se desempeñaba también como maestro en el Colegio Nuestra Señora de la Merced, y tuve el honor de ser su alumno en el segundo grado de la primaria,

Sin desmerecer a nadie, era un magnífico maestro de los de antes, y estoy muy agradecido que me haya tocado cursar esos primigenios años de la escolaridad, con alguien tan sabio y eficaz en esa tarea, al igual que los demás curas que integraban la parroquia. Pese a su origen y educación en la patria de su nacimiento, Italia, tenían todos una cultura general superlativa, y la sabían transmitir.

El Hermano Rogelio tuvo una influencia preponderante en mi niñez. Ya sea en su tarea de maestro, como en la de sacristán, y también en la de encargado de la preparación y el control del grupo de monaguillos o acólitos, asistentes a los servicios en los diferentes ritos religiosos. Sumado a ésto, la dedicación de mi madre,para que yo fuera por el camino ancho rumbo a la santidad.  En efecto, ella, llueva o truene, me levantaba casi todos los días, para que yo asistiera a cumplir con mis obligaciones de monaguillo, en la misa de seis de la mañana.

El hermano Rogelio era racista y discriminatorio. No cualquiera estaba en condiciones de ser elegido para el selecto grupo de monaguillo. Más del noventa y cinco por ciento de los afortunados, eran descendientes de italianos; muy raro el que tenía un color un poco más oscuro.

Las misas preconciliares, se celebraban en Latín, así que el Hermano se ocupaba de que fuésemos prendiendo las respuestas a dar al cura durante la ceremonia.

El Hermano, en sus funciones de sacristán, confeccionaba los horarios en los que debíamos prestar los servicios de acólitos, pero como yo -mediante la mano de mi madre- era muy voluntario, tenía una agenda muy nutrida en estos menesteres. Tarea que no terminaba allí, sino que tenía otro extras como: barrido y limpieza del templo, acompañamiento .al cura en la época de la bendición de las casas -éso merece un capítulo aparte-, prestación de servicios en el armado de la teatralización y escenografía de los funerales y las bodas, eventos para los cuales existían diferentes categorías de acuerdo al bolsillo de quien las requerían: más o menos cortinados, alfombras, flores, música, incienso y otros.

Nuestra tarea, la de monaguillos, no era totalmente gratuita. No por imposición nuestra, sino porque el benemérito Hermano, nos pagaba a fin de mes, unas monedas que se multiplicaban, dependiendo de cuantos servicios cumplíamos. Además de tanto en tanto, era de llevarnos a distintos lugares, a modo de picnic, como retribución extra.  Recuerdo particularmente, un viaje que hicimos a la ciudad de Goya, mediante el transporte de la balsa. Otro a la localidad de Las Toscas, distante unos cien kilómetros al norte de Avellaneda; en esa oportunidad, fuimos los monaguillos encerrados en una caja de un camión, y transitamos así los 100 de ida y los 100 de vuelta, por la ruta nacional número 11, que en la mayor parte del trayecto, aun no estaba pavimentada.

El Hermano Rogelio, también era un artista en la preparación del pesebre o nacimiento, en la época de navidad; montaba por entonces con figuras y todo tipo de otros elementos, una escena de la tierra donde nació Jesús, con algunos trucos eléctricos, hidráulicos y motrices, que coronaban un espectáculo que se ofrecía al público desde el 24 de diciembre hasta pasado el 6 de enero, siendo visitado éste, por todos los asistentes a las distintas misas y por muchos otros curiosos que se llegaban de localidades vecinas. Unos cuantos años, tuve el honor de ser colaborador estrecho con el Hermano, en la preparación de esa alegoría.

Es raro, aunque no tanto dada la época, que no tenga ninguna foto vestido de acólito, pese a que promediaba desde los ocho años hasta los doce, unas cuatrocientas misas por año, en las que me tocaba oficiar de monaguillo. La vestimenta consistía en una pollera de color rojo ceñida a la cintura, luego una casaca que creo la llamaban roquete, de color blanco con encajes,  las mangas también estrechadas a los brazos mediante elásticos, y rodeando el cuello y e pecho, una capa también de color rojo.



La fotografía muestra mi presencia junto a la de otros compañeros, en la ceremonia de "ordenación" como monaguillo. Luego de una ardua preparación, íbamos a lucir por fin las sotanas. 


Y éste retrato es de 1963, en el que puede apreciarse el nutrido grupo de monaguillos, acompañado por el citado Hermano y por el cura Miguel Gaudiello; entre ambos se las arreglaron, para llevarme unos años después al seminario de Fátima, lugar en el que permanecí como interno o pupilo, por tres años. 


     ,    

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Muchas gracias por tu comentario, el cual en breve será revisado y contestado.