viernes, 29 de mayo de 2015

Estaba para los altares

No me explico, ahora que soy un viejo amargado, cómo no llegué a los altares; ahora más que todo, que me convertí en ateo.

Hace poco encontré una cita de un tal Elías Nandino en una novela de Mempo Giardinelli  que dice: lo trágico de la longevidad es que uno tiene que contemplar y sufrir su propio derrumbe. 

Pero creo más en lo que agrega Mempo a continuación: la edad provecta es una oportunidad para aligerar los miedos.

Por entonces cumplía siete años, y recibía mi primera comunión... después serían tantas hostias que tal vez me indigesté...

Recuerdo que al poco tiempo, me infecté de sarampión; por entonces no existían las vacunas, y la fiebre era realmente alta; yo la hacía llorar a mi madre, porque le decía que me quería ir al cielo, que allí me estaban esperando; inconscientemente tal vez quería escapar del mundo que me esperaba.

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