sábado, 2 de mayo de 2015

Preparándome para ser cura

Tenía trece años, y estaba de pupilo en un seminario, para ser cura. Tres años estuve, con otros muchachos, la mayoría de Avellaneda, en un lugar cercano a Buenos Aires. A solo sesenta kilómetros de la capital.
Y quiero contar ésto, porque fueron años apasionantes, pese a la rígida disciplina, y la inevitable religiosidad del ambiente.
Por entonces, teníamos la posibilidad de ver televisión, cosa bastante lejana todavía para para la zona de Reconquista y Avellaneda, en el chaco santafesino.
Cuatro canales de aire -el cable no se había inventado- celosamente comandados con la ruidosa perilla del televisor a válvulas, por el cura rector. En cuanto aparecía una rodilla de mujer, click, crack, crack, y a otro canal. Eran el siete, nueve, once y trece. Después aparecería el dos de La Plata. Hoy son, en ese orden, la TV pública de la puta CFK, nueve  el otro creo se sigue llamando, Telefé   el antiguo Teleonce, y sigue siendo el trece no más, mientras que el de la capital de la provincia se llama América.
Me moría de angustia con el Super Agente 86 porque siempre cuando estaba a punto de besar a la agente 99, algo pasaba que interrumpía ese candoroso momento. Boris Karloff me daba realmente miedo  y no me gustaban los partidos de fútbol que pasaba la tele oficial, en la voz del aburridísimo Aniello, creo que se llamaba. A la derecha de su pantalla señora, a la izquierda de su televisor señor. El agente de Cipol, La Isla de Guilligan,  Los programas cómicos como La Tuerca o Telecataplúm, en los que no se decían palabrotas, y para entender los chistes de doble sentido, había que ser medianamente inteligente. Pepe Biondi, José Marrone -este un poco más zafado, porque andaba en el teatro de revistas que le llamaban por esa época- completaban los programas cómicos. Ya aparecía El Zorro, y titanes en el ring era maravilloso con el circo de Martín Karadagián. De la que me anamoré realmente, era La Nena, Marilina Ross, que con Osvaldo Miranda, hacían una buena comedia. Casino, conducido por Silvio Soldán, era lo máximo, con grandes orquestas en vivo que interpretaban unos tangos de maravilla. Pero en ese programa, aparecían muchas piernas de mujer, aunque vestidas con elegantes trajes de baño enterizos, suficiente motivo para que el inquisidor, nos dejara siempre a medias con ese espectáculo.
La agente del recontraespionaje 99.

El Super Agente 86

Marilina Ross

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