Caminante
no hay camino, se hace camino al andar... y ¡vaya si lo hice!... transitando un
camino muy escabroso, muy agitado, que me ha dejado parado en un punto de
inflexión, aquí y ahora, reflexionando, sobre todo que al final de cuentas es el camino
que yo elegí.
Admitamos
que mis genes, mi entorno cultural, la rígida educación recibida, y otros condicionantes, me hayan impulsado a
recorrerlo.
Pero
hice un camino, con muchos baches y pozos, muchas barreras, con paisajes
desoladores en sus costados, con horizontes cerrados, conteniendo también
señales equívocas, ambiguas, y otras tentadoras, enigmáticas, sutilmente
seductoras.
En
breves ocasiones, cambiaba la perspectiva, y se transformaba en un camino plácido,
confortante, llano, con entornos parquizados, pero que se iban convirtiendo en
una empinada cuesta, a cuya meta costaba mucho esfuerzo llegar.
Zapatos
rotos, rodillas magulladas, brazos lacerados, el rostro descompuesto, la mirada
ansiosa y escrutadora… se hacía la noche temprano, pero finalmente se llegaba.
¿Dónde se llegaba? … nunca era el final, pero
sí el génesis, de una vertiginosa pendiente, que rápidamente recorría, para
llegar al fondo, a mi fondo… siempre estaba una mano, que representaba a muchas
manos solidarias, y esta providencia me alcanzaba una cuerda, un lazo, un
tronco, para salir del lodo, de esa
arena movediza que me succionaba, hacia los círculos del infierno.
La
última vez que salí de esa situación, en un estado lamentable y paupérrimo,
encontré delante de mi, una encrucijada
de tres carreteras, que luego alcanzaría a ver que en realidad eran cuatro.
La
primera, a la derecha, una amplia vía de muchos carriles, y un acceso corto a un lúgubre lugar, que en un discreto cartel, decía
LOQUERO, HOSPITAL.
El de
la izquierda, también era una autopista rápida, que conducía a un territorio,
que no era difícil reconocer.
Se
trataba de una CÁRCEL.
El
sendero que tenía al frente, era largo y sinuoso, se perdía su horizonte, pero vislumbraba que a
su final, alguien me esperaba; las indicaciones en este caso, eran claras e irrefutables: TEMPLANZA, FUERZA DE VOLUNTAD, ARROJO, HONESTIDAD, VIRTUD, y
sobre todo: ¡VIDA’!
Vi
que un puente elevado, sorteaba un cruce, de un sendero circunvalatorio, que
pasaba por debajo. Esa vereda, llevaba
definitivamente al CEMENTERIO.
¿Saben cual de esas opciones estoy recorriendo
ahora?... bueno… no importa.
HOMERO
ALCIBÍADES RACETO (mayo 2014).
Hoy recurrí a mi amigo H.A.R., con el que
mantengo largas charlas, y me escribió esto inspirado en una plática de
experiencias personales.
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